“Pensábamos que teníamos que tecnificar el aula y lo que debemos hacer es educar para la era digital”

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“Pensábamos que teníamos que tecnificar el aula y lo que debemos hacer es educar para la era digital”

Fernando Valenzuela, destacado como una de las cien personalidades más influyentes de la tecnología educativa a nivel mundial, el educador mexicano habló de cómo se reconfigura el mapa de la educación en la región y los desafíos que empresas, instituciones y Estados deben afrontar para asegurar una educación de calidad.

¿Cómo entender el nuevo escenario educativo de Latinoamérica? ¿Cómo medir el golpe de knock out que la inteligencia artificial le ha dado a la educación tradicional en la región? ¿Qué rol juegan en la transformación educativa las empresas dedicadas a la tecnología educativa? Son estas algunas de las preguntas que el año que se termina deja abiertas.

El debate tiene múltiples dimensiones y una de las voces autorizadas para comenzar a transitarlas es Fernando Valenzuela. Destacado como una de las cien personalidades más influyentes en tecnología educativa a nivel mundial, ha desarrollado una mirada que tiende puentes en la región. Fundador de la red EdLatam, Valenzuela estuvo en enero en Congreso de Innovación Educativa del Tec de Monterrey, visitó Buenos Aires en abril para participar en el Seminario de Educación organizado por Ticmas, en octubre estuvo en Virtual Educa en Guayaquil y en pocas semanas será una de las figuras excluyentes del Bett de Londres.

Referente obligado para hablar de educación, en esta entrevista habla de los desafíos que empresas, instituciones y Estados de la región deben afrontar para asegurar una educación de calidad.

La inteligencia artificial tira abajo los compartimentos con los que se ha tratado de organizar la educación. Derriba la idea de poner a las matemáticas y al arte en lugares distintos.

Este fue el año de la inteligencia artificial, algo en lo que trabajas desde hace mucho tiempo. Recuerdo que ya en enero, a menos del lanzamiento de ChatGPT, leíste en la final de los GESA Awards 2023, un discurso escrito con IA. Con tu trayectoria en el tema, quería preguntarte por las principales implicancias de esta tecnología en la educación.

—ChatGPT cumplió un año y realmente impactó a cientos de millones de personas. Este fue el año de la exploración; y la gente empezó a relacionarse con la inteligencia artificial desde dos perspectivas, una optimista y otra pesimista. Yo creo que conviven las dos. Lo primero que ocurrió en la educación fue pensar en cómo prohibirla para evitar que los estudiantes hicieran trampa en los exámenes. Evidentemente yo la tomo desde el lado optimista. Hoy estamos ante una dimensión mucho más clara; es el principio de una transformación más potente. Hay una cosa que la inteligencia artificial hace mucho mejor que nosotros y es que tira abajo los compartimentos con los que se ha tratado de organizar la educación. Derriba la idea de poner a las matemáticas y al arte en lugares distintos. Conecta cosas que parecían inconexas para resolver problemas.

¿Qué ejemplos del aprovechamiento de la IA puedes mencionar?

—Me ha llamado poderosamente la atención lo que están haciendo en el mundo de la consultoría, que es uno de los eslabones de la economía del conocimiento donde el talento humano está a tope. Se han lanzado a probar tareas similares entre dos equipos, unos con inteligencia artificial y otros sin inteligencia artificial. Los equipos que la usaron han hecho 12% más actividades, 25% más rápido y con un 40% de mejor calidad. Eso te pone en la perspectiva de que lo que tenemos que hacer es colaborar permanentemente, aumentar nuestras capacidades, y elegir muy bien dónde reforzar nuestra humanidad y dónde dejar que la computadora haga lo que sabe hacer.

Un tema que aún genera controversias son los problemas de sesgo de la IA.

—En relación a la ética, los sesgos, las desviaciones, lo que hay que decir es que la inteligencia artificial toma datos del pasado y que esos datos no necesariamente están balanceados. Esto lo hago ver en mis talleres de inteligencia artificial con docentes. Y les digo: “Seguramente en un grupo de 300 docentes, vamos a encontrar un porcentaje altísimo de docentes machistas, con sesgos, con desviaciones”. Pasa que eso se da en una clase cerrada, pero esto no es distinto.

Hace unos días, Gabriela Rodríguez Blanco de UNESCO decía que la inteligencia artificial supone un desafío para los docentes porque hace bien lo que ellos les piden a los estudiantes —reportes, resúmenes, ensayos—. Por lo tanto, hay una necesidad de encontrar nuevas formas genuinas de evaluación. Pero ¿cuánto tiempo va a llevar encontrarlas?

—No puede haber un tiempo de transición. La forma de evaluar tiene que ser inmediata. No creo que hoy pueda pensarse que hacer un ensayo y hacer una pregunta abierta, cerrada y opción múltiple siga siendo el camino que prevalezca. Como en casi todas las transiciones, hay docentes que se atreven y hay otros que quieren regresar al pasado. Yo creo que, al final, de lo que se trata es de construir escenarios donde los docentes sean capaces de modificar sus comportamientos. Y esto tiene que ver con los propios sistemas, que están hechos para medir y para reportar cosas que eran fáciles de replicar a gran escala. Tenemos que repensar cualquier sentido de evaluación, donde no haya una respuesta correcta, sino donde haya que conectar ideas que te lleven a nuevas conclusiones. El cómo y el qué se tienen que cambiar por el por qué y para quién.

Habría que multiplicar por 20 o por 30 el uso de tecnologías en la educación (Imagen ilustrativa Infobae)

Con frecuencia, el concepto EdTech es complejo de entender en toda su dimensión. ¿Cómo se puede abrir esta industria al público masivo?

—Primero, digamos que la educación siempre ha sido un entorno endogámico y cerrado. El sistema educativo, los modelos de aprendizaje, los libros de texto, el contenido: todo forma parte de una industria que opera para sí misma. Lo que hay que mirar de la EdTech es que trae innovaciones desde afuera hacia adentro. Y, como en toda transformación digital, lo que acaba ocurriendo es que se empiezan a romper en módulos, en actividades e integraciones, en procesos para los que el sistema educativo no está articulado o modularizado de la misma manera. Puedes tener desde una app que fortalece el storytelling para aprender un idioma hasta un sistema integrado que reemplaza todos los libros de texto en todos los módulos para todos los grados y con todos los formatos. Es un cambio que también ha pasado en otras industrias, como el entretenimiento y las redes sociales.

¿En qué nivel de madurez está el mercado de EdTechs?

—Yo siempre hago esta comparación: si uno ve cuántas aplicaciones hay en redes sociales y en entretenimiento, y las compara con las de educación, resulta que educación es el 5% de la penetración de redes sociales y el 15% de entretenimiento. Imaginemos entonces un mundo donde la educación empate el acceso digital, el comportamiento y la relación con la tecnología para estudiantes, al mismo nivel que lo hacen las redes sociales y el entretenimiento. Eso significa que habría que multiplicar por 20 o por 30 el uso de tecnologías en la educación. Pero la educación sigue pensando que va a encontrar una sola plataforma que resuelva todos los contextos para todos los tipos de estudiantes en todos los mercados. Y la verdad es que no es así. Una EdTech resuelve una serie de necesidades para un grupo de estudiantes y después va a tener que interconectarse con otras. El gran problema de las instituciones educativas es que no están diseñadas para experimentar, evaluar y transicionar de una tecnología a otra, sino que busca la bala de plata que resuelva. Y encima piensan que esa única tecnología les va a durar para toda la vida.

Las escuelas tienen que entender sus desafíos y, de acuerdo a su metodología pedagógica, a su capacidad tecnológica y a su capacidad financiera, definir cuáles son las soluciones que mejor los resuelven

Si no hay una única EdTech que resuelva todo, ¿cómo se eligen los servicios? Porque los recursos económicos de una institución no son ilimitados.

—Al final, aspiramos a una educación más personalizada. Eso significa que cada uno de nuestros estudiantes y cada uno de nuestros docentes y la combinación entre ellos requiere el acompañamiento de la tecnología con grados más activos, más pasivos, con formatos distintos. La realidad es que en las instituciones educativas no existe una conciencia sobre qué problemas se están tratando resolver, para quién y cómo van a hacerlo, sino que se dice: “Necesitamos mejorar el curso de matemáticas” o “Necesitamos incluir Aprendizaje Basado en Proyectos”, y entonces lo hacen con una mirada muy parcial. Normalmente nada de esto se resuelve comprando una licencia de un software. Las escuelas tienen que trabajar en entender sus desafíos y, de acuerdo a su metodología pedagógica, a su capacidad tecnológica y a su capacidad financiera, definir cuáles son las soluciones que mejor resuelvan los retos.

Fernando Valenzuela junto a Thiago Payva en el Seminario de Educación que Ticmas realizó en abril de este año en Buenos Aires. Ambos son impulsores de la Asociación de EdTechs

En la última edición de Hollon IQ se presentó un informe que mostraba cómo la inversión en EdTech, que había sido exponencial en la pandemia, había tenido luego un retroceso lógico. ¿Qué características debe tener una EdTech para sobrevivir en este nuevo escenario?

—Yo creo que efectivamente cerramos una era con el récord de inversión del 2021 y la enorme caída en 2022 y 2023, que nos lleva a niveles de diez años atrás. Hubo una especie de burbuja de la tecnología en la educación. Yo empezaría por decir que pensábamos que teníamos que tecnificar el aula y lo que debemos hacer es educar para la era digital. En esa transición, las EdTechs están con un pie en el pasado y un pie en el futuro. Pero yo lo traduzco a que una EdTech, para tener éxito y para realmente continuar en este desarrollo inminente, necesita ampliar sus retornos.

¿En términos financieros?

—No. Antes, el retorno de la inversión y el de aprendizaje eran las dos métricas más directas. “Esto te ayuda a aprender más y mejor, y lo hace con un retorno de inversión saludable”. Con eso los inversionistas tenían suficiente información para proyectar si podían tener éxito. Hoy hay otras dimensiones adicionales. La primera es el tiempo: cómo mejora tu EdTech los tiempos del estudiante, del docente, de la planeación. La segunda, fundamental, es el retorno de información: ¿qué datos obtenemos?, ¿cómo se conecta el aprendizaje emocional con el cognitivo? Otra dimensión es el retorno en confianza: ¿cómo se curan los contenidos, cómo se identifican las fallas, dónde puede haber sesgos? Y también está el retorno en impacto: ¿cómo usamos la tecnología para cerrar brechas en extractos socioeconómicos y de género? Las EdTechs se tienen que mover del retorno de aprendizaje y de inversión a un juego de equilibrio más complejo.

En enero vas a estar en Londres, en la final de los GESA Awards, que premian a las mejores EdTech del mundo. ¿Qué se puede aprender de los GESA en relación a esta última pregunta?

—La mirada de GESA sigue siendo totalmente válida. La innovación en educación no necesariamente va a provenir de los países más desarrollados. Muchas veces la innovación tiene que resolver los desafíos de los países emergentes: la pobreza, el acceso, la calidad educativa. GESA permite ver cómo muchos países se preocupan por temas que en Latinoamérica y África no tendrían ninguna cabida, y también en cómo Latinoamérica, África y algunos lugares de Asia se preocupan por resolver las brechas y el acceso. La combinación de ambas miradas es lo yo creo que es el gran valor de GESA. Al final, todos tratamos de resolver el aprendizaje, que es una actividad profundamente social, y lo hacemos con las herramientas tecnológicas que deben cubrir todos esos espectros. Yo creo que ese es el gran valor de GESA: tienes un poco de realidad y un toque de futuro al mismo tiempo.

En 2022, hablabas de gamificación y edutainment, y este año de inteligencia artificial. Yo siento que estás a la vanguardia de los desarrollos tecnológicos y educativos y, entonces, para terminar, quería preguntarte qué podemos esperar para 2024.

—Tenemos que dejar de pensar que una persona, una institución o un sistema educativo lo sabe todo, y convertirnos en alguien que lo aprende todo. La clave en 2024 es mirar hacia adelante con la misión de enamorarnos de aprender. Yo estoy tratando de cambiar la idea de que el aprendizaje de por vida es seguir tomando diplomados, cursos y bootcamps cuando eres adulto. No: el aprendizaje de por vida es enamorarte de aprender. Yo aprendo en todas las instancias. Aprendo en esta conversación, aprendo con el pitch de un emprendedor, aprendo con el reto que me presenta una escuela, etcétera. Lo más importante es que desarrollar la conciencia de aprender.

¿Cómo se llega a ese estado?

—Las personas aprenden de personas. Creo que el mayor desafío es la colaboración entre personas. Nadie va a decirte cómo usar la inteligencia artificial. Lo que puedes hacer es conectarte con personas que hagan cosas que tú no puedes hacer o que estén más avanzados. Es lo que llamo colaboración radical. Por eso creo tanto en las redes, en las comunidades, en las asociaciones. Por eso estamos creando la Asociación de EdTechs, por eso creamos la red EdLatam. Es simplemente aprender de las personas, interconectar, crear escenarios y llevarlos a la práctica. Porque esto no es una teoría: hay que probarlos, hay que llevarlos a una escuela, a una universidad, al aprendizaje corporativo. Hay que ponerlos en práctica. Así se ve qué es lo que sirve.

Fuente: Infobae

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