Los justos límites como posibilidad

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Los justos límites como posibilidad

Motiva este  artículo la solicitud de maestras, y padres, ante una dificultad bastante actual, que preocupa a las familias y a las instituciones educativas: “los limites “en/para los niños y adolescentes.

¿Qué es un límite? ¿Para qué sirven? Un límite es una frontera que divide, separa; generando nuevos espacios y cuerpos. Es un dique que contiene y regula. Se podría decir que es una ley que permite ordenar y hacernos responsables de las palabras y los actos, ayudando  a re direccionar los impulsos.

El no poder acotar, controlar los impulsos genera dificultades en la convivencia familiar que continúan tanto en el ámbito escolar  como en otros espacios.

En una sociedad que genera la concepción de inmediatez, placer, satisfacción constante, que desvaloriza la ley,  desconoce las tradiciones y olvida los valores referidos al bien común, centrándose en concepciones individualistas y con remisiones narcisistas; la noción de límite no es muy reconocida y muchas veces no permite reflexionar, y naturaliza sus efectos, en todos los integrantes de la sociedad.

Detenerse y pensar sobre los aumentos en: medicalización infantil, automedicación en adolescentes y adultos, adicciones de todo tipo, muertes en accidentes, depresiones, crisis, falta de interés por la vida, etc., seguramente, advierte del valor social de los límites.

En otro artículo mencionamos la importancia de la infancia  y de la adolescencia. En la niñez se  producen la mayoría de procesos psíquicos, y la adolescencia es un tránsito de metamorfosis.  La construcción de límites se inicia desde los primeros meses de vida hasta su adultez.

Los adultos van generándolos, a través de palabras, miradas, juegos, cuentos, anécdotas, charlas y acuerdos según las edades. Estos límites están en pequeñas cosas, que siempre necesitan ser regulados por sus seres queridos. Por ejemplo: entre tenerlo, al niño, en brazos y dejarlo en el cochecito descansando o jugando con sus juguetes, al dejar el pecho, transitar su paso al chupete y la mamadera, al pasarlo de la cama de los padres a su propia cama, al  tener que compartir sus juguete y alimentos, al hacerse responsable de sus cosas, soportar reglas de juego, cuando se inscriben tiempos para hacer la tarea, jugar con sus pares, ayuda a familiar, permanecer en la pantalla, etc.

Dichos tránsitos  van a ir generando hábitos y normas; donde al niño se le va enseñando que puede hacer y qué no, que es peligroso y riesgo. Aprendiendo, en cada paso, a resguardarse.

Estos límites se reiteran durante la escolarización, de allí es que es tan importante que las dos grandes instituciones -familia y escuela- deben trabajar juntas y con cohesión, para que a los niños, este proceso sea una continuidad y lo viva tranquilamente y sin padecerlos, ni sentirse confundido por las contradicciones.

Se puede decir, que cada cambio, es parte de un aprendizaje, que recupera nuevas posibilidades y límites claros.

Este proceso se constituye desde los afectos de los padres, maestros, profesores, y otros, que desde sus propios atravesamientos de límites, contribuirán desde el amor, la presencia, y el apoyo permanente, a retransmitirlos.

Si en los  adultos responsables no están presentes, van a generar, seguramente, dificultades en el desarrollo del niño.

Es una construcción porque lleva un tiempo hasta que el niño y el púber puedan

comprender y, posteriormente reflexionar sobre ellos.

En este proceso será la tranquilidad, constancia, reiteración, y la valoración de los  logros de quien aprende, el camino para su internalización.

Los adultos, en una misma dirección, puedan reconocer, singularmente, que momentos está transitando cada niño o adolescente con respecto a sus historias, en sus posibilidades y necesidades, en forma singular.

Sostener la palabra desde sus convicciones, soportando las reacciones naturales de los niños y/o adolescentes, no caer en imposturas, y/o contradicciones, que los  confundan,

La pregunta ¿Qué límites son los apropiados?… no es fácil de responder.

Se presenta como interesante que quede abierto al debate.

No se trata, que los adultos, impriman límites  repitiendo lo que les sucedió en su vida, sea excesos que padecieron, o, la falta  de estos; sino poder pensarlo con medida, teniendo en cuenta las concepciones científicas y aportes actuales, recuperando todo lo que ofrece posibilidades para los niñas/os y adolescentes; cuestionando aptitudes propias y del entorno, evaluando cuales pueden ser posibilitadoras o negativas para ellos.

Siempre en caso de dudas o advertir dificultades acudir, a tiempo, a profesionales para que nos acompañen y nos ayuden, para una tarea tan importante, como crecer con nuestros hijos y ofrecerles la mayores posibilidades para sus vidas futuras.

Silvia Susana Lomónaco

Silvia Susana Lomónaco

Psicóloga, Profesora de Psicología.
Docente en la UNR Facultad de Psicología.
Fue investigadora en la UNR Facultad de psicología.
Profesora en Ciencias Económicas.
Seminarios sobre niños, adolescentes, en instituciones públicas de salud.

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