Hacer de lo sencillo y cotidiano algo maravilloso.

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Hacer de lo sencillo y cotidiano algo maravilloso.

La palabra innovación significa: proceso que introduce novedades y que se refiere a modificar elementos ya existentes con el fin de mejorarlos. Aunque también es posible la implementación de elementos totalmente nuevos y que, además, no tiene que ir ligada a tecnología.

Como punto de partida, la innovación educativa comienza con un cambio de actitud por parte del docente: abierta al cambio, con disposición para investigar, con ganas de “probar”, con interés por crear redes de aprendizaje con otros docentes, gusto por compartir experiencias para crecer profesionalmente, con capacidad de transformar, con ganas de formarse y de aprender, etc. Para innovar se necesita ser un docente comprometido, creativo, original y con gran motivación. Tampoco podemos olvidar la importancia de ser reflexivo, autocrítico, empático y constante.

Partiendo de ese cambio de actitud, está en nuestras manos hacer de lo sencillo y cotidiano algo maravilloso. Todo lo que origine cambios dentro del aula para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje, para reforzar aprendizajes, para generar ambiente de motivación, para crear expectación entre el alumnado, para despertar curiosidad que lleve al asombro, para descubrir “mundos nuevos”, donde todo el alumnado se pueda ver beneficiado, donde las familias siempre tengan cabida, etc. podríamos considerarlo innovación.

Son las 8,50 de la mañana y entran en el aula Pablo y Nerea y los recibo con la mejor de mis sonrisas. Antes de que se quiten sus mochilas los llevo al mueble donde guardo una caja mágica preciosa y les comento que durante la mañana abriremos esa caja para descubrir que hay en su interior.

Con ese pequeño gesto se comienza a crear en el aula un ambiente mágico y se enciende el botón de la motivación. A continuación, van llegando Marta, Fernando, Julieta y Lorena. Y sus compañeros corren apresurados para llevarlos al mueble para que vean la caja. Y así, hasta que la clase se va llenando de niños y niñas riendo, cuchicheando, carreras van y carreras vienen, ojos que brillan y que dan la sensación de salirse de su lugar.

Con pequeñas acciones garantizamos los aprendizajes ya que “contagiamos” a nuestro alumnado nuestras emociones y generamos en ellos expectación e interés por aprender.

A media mañana llega el momento de abrir esa caja mágica y se hace un silencio absoluto en el aula. Todos permanecen casi sin parpadear deseando saber que hay en el interior de esa caja. Al abrirla, se comienza a ver una luz que ilumina mi cara y todos se apresuran a acercarse a la caja. En su interior hay una luna que brilla y una bolsa con obleas. Con una linterna ilumino una oblea por detrás les comento que les he bajado la luna del cielo para poder probar un trocito de ella y saber a qué sabe, a qué huele, qué cositas nos susurra al oído, qué forma tiene y cuánto brilla. Y de paso, aprovecho para decirles que los quiero hasta la luna ida y vuelta.

Con esta sencilla actividad han activado los sentidos, las emociones han vibrado, los valores se han puesto en funcionamiento, se han concentrado practicando mindfulness, han abierto las ventanas de la imaginación, se han contagiado de creatividad, conceptos espaciales y formas geométricas originan aprendizajes de forma vivencial, etc. Hemos transformado el transcurso del día en algo muy especial ya que es novedoso y original para ellos.

Entre las risas de mi alumnado, se escuchaba una vocecita que me decía: “Seño”, quiero probar la luna todos los días.

Y es ahí, en ese momento, cuando te das cuenta de que los aprendizajes han sido un éxito.

Con este sencillo ejemplo, podemos entender que innovar está al alcance de todos los docentes.

En ocasiones, he escuchado comentarios como: “no puedo innovar porque en mi aula no hay tecnología”, “no puedo innovar porque en mi colegio no están por la labor” o “no puedo innovar porque nadie de mis compañeros me sigue”.

Las aulas son nuestros “pequeños universos” y dentro de ellas podemos hacer cosas preciosas que despierten en nuestro alumnado las ganas de aprender, de ir a la escuela cada día, de querer vivir aventuras junto a sus compañeros y volar por mundos imaginarios hasta donde sean capaces.

La innovación educativa está en los docentes “inquietos” que, con sus ganas, su compromiso y su actitud, la hacen posible.

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