Las seis claves de la educación en el aula que la inteligencia artificial no puede reemplazar

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Las seis claves de la educación en el aula que la inteligencia artificial no puede reemplazar

La UNESCO presentó un libro que analiza el cruce entre la inteligencia artificial y la educación y establece qué aspectos de la escuela tradicional son irreemplazables.

¿La inteligencia artificial reemplazará a la escuela? Actualmente esta es una de las preocupaciones más frecuentes en los ámbitos educativos. Y las preguntas se multiplican. ¿Los docentes serán sustituidos por máquinas? ¿Los alumnos seguirán yendo a la escuela?

Sin embargo, la doctora en comunicación y asesora de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) Roxana Morduchowicz, asegura que, si la escuela actual es capaz de enfocarse en nuevas habilidades y cambiar sus métodos de evaluación, no podrá ser reemplazada por la inteligencia artificial (IA).

“Siempre y cuando se promueva y fortalezca el pensamiento crítico y creativo, algo que ningún sistema de IA puede hacer, ni la inteligencia artificial reemplazará a los docentes ni la escuela desaparecerá por su llegada”, dijo Morduchowicz, quien presentó a LA NACION su libro Inteligencia Artificial ¿Necesitamos una nueva educación?, recientemente publicado por la UNESCO.

De acuerdo a la especialista, pensar de manera crítica y ética, saber preguntar, colaborar con los otros, empatizar, imaginar, crear libremente, sentir curiosidad, descubrir y sorprenderse son algunas de las acciones humanas que la inteligencia artificial no puede reemplazar ni el mundo en general ni en la escuela, por lo que el gran y más urgente desafío de los educadores hoy tiene que ser, justamente, enseñar a pensar de manera crítica, enseñar a preguntar y enseñar a comprender cómo funcionan las nuevas tecnologías.

En este sentido, Morduchowicz enumera en su libro seis capacidades que solo puede y debe hacer la escuela actual para poder evolucionar a la par de los avances tecnológicos.

  • Enseñar a ser siempre mejores que las máquinas. Si el sistema de IA tiene la capacidad de escribir, hay que saber escribir mejor que él.
  • Enseñar a trabajar en equipo con la inteligencia artificial. Hoy se habla de formar a los estudiantes como “copilotos”, lo que muchos llaman “inteligencia sincronizada” al servicio de un mundo mejor. Las personas y la tecnología funcionan mejor cuando cada una le da el valor que la otra no tiene. La IA puede aportar la memoria y la acumulación de información, pero las personas –mediante la educación– son quienes la analizan, seleccionan, evalúan y la convierten en conocimiento.
  • Enseñar a construir argumentos. La educación debe mirar que los argumentos que utilicen los estudiantes para fundamentar su posición sobre cualquier tema que les interese, no estén basados solo en un sistema de IA. Deberán reflejar una evidencia plural y una visión ética. La escuela debe enseñar a los alumnos, la importancia de comparar fuentes que encuentran en Internet e incluir aquellos textos que no necesariamente concuerden con su posición personal, de modo que los obligue a salir de su zona de confort. Que aprendan a escuchar y valorar puntos de vista contrarios a los propios, sabiendo que ello puede generar nuevas y mejores ideas. La educación debe quebrar las burbujas digitales que mantienen a las personas solo dentro de sus creencias, opiniones e ideas.
  • Enseñar a pensar. Un objetivo fundamental para la educación –que no es nuevo, pero hoy se ha convertido en urgente– es dejar de privilegiar la memorización de datos y no convertir la acumulación de información en la principal consigna de la tarea escolar. La IA cuenta con una memoria superior a la humana. Acumula información a gran escala y lo hace mejor que las personas. La educación necesita ir más allá de la información. Por un lado, para analizar si los contenidos que ofrece la IA son completos, erróneos, confiables o falsos. Por el otro, a fin de utilizar esos datos como un insumo para formular a partir de ellos, preguntas de nivel superior, que promuevan la reflexión y exijan el ejercicio del pensamiento crítico.
  • Enseñar a participar. Internet ofrece múltiples oportunidades para participar en la vida pública de la comunidad. La educación debe fortalecer la habilidad de los estudiantes para resolver problemas y participar.
  • Enseñar a ser creadores de contenidos. Con internet, aparecen nuevos espacios para que todos puedan hacer escuchar su voz. Internet ha generado una oportunidad para visibilizarse. Los estudiantes que crean contenidos en un entorno digital a partir de sus intereses e inquietudes, tienen la oportunidad de interactuar con audiencias ilimitadas, aprenden a colaborar con públicos que no conocen, entran en contacto con una gran diversidad de ideas, pueden acceder a una información más amplia y plural y tomar decisiones más fundamentadas (Jenkins, 2007). Enseñar a ser consumidores críticos y productores creativos de contenidos en el mundo digital es también un desafío esencial y específico de la educación hoy.

“La educación, en suma, deberá definir cuál es su valor agregado. Solo si asume el desafío de repensarse, la educación encontrará un camino que la inteligencia artificial nunca podrá transitar”, dijo Morduchowicz.

Nuevas formas de educar

En línea con estos objetivos, Morduchowicz también planteó la necesidad de cambiar el modo de evaluar a los estudiantes. “Si la escuela quiere dar un valor agregado, no debe dar a los alumnos consignas lineales, como pedir resúmenes, nombres o fechas exactas, sino trabajar con consignas que se basen en un pensamiento crítico y creativo, que no se centren en la memoria, que tomen la IA y la debatan. Es necesario encontrar nuevas formas de evaluación que le pidan a los alumnos aquello que la inteligencia artificial no puede hacer”, dijo.

Por ejemplo, un profesor pidió a sus alumnos que utilizaran el ChatGPT (sistema de IA basado en el lenguaje) para solicitarle argumentos que apoyaran la instalación de una fábrica en un barrio residencial. Luego, el docente les dijo a los alumnos que evaluaran la eficacia de los argumentos que ofreció el sistema y analizaran si esos fundamentos podrían convencer a los vecinos del barrio. Finalmente, los estudiantes debían entregar una redacción que incluyera sus críticas a la IA y sus comentarios sobre los argumentos que el sistema había propuesto. La actividad de este docente consistió, por lo tanto, en pedirle a sus alumnos que evalúen las respuestas y resultados del sistema de inteligencia artificial, lo cual les permitiría analizar también su diseño y funcionamiento.

“No son los sistemas de IA el problema, sino las consignas que los estudiantes reciben. Si se privilegia la memorización, la copia o la imitación, no sorprende que la inteligencia artificial apruebe, muy exitosamente, exámenes de ingreso a universidades o responda sin equivocación a consignas escolares. Habrá que pensar en proyectos escolares que propongan utilizar la IA, para que sean los estudiantes quienes evalúen el resultado que ofrece el sistema y, a partir de ello, analicen cómo funciona, si sus respuestas reflejan omisiones o sesgos y de qué manera están diseñados los algoritmos que la entrenan”, dijo.

Por lo tanto, aseguró, la educación necesita repensar sus objetivos, prioridades, metodologías y evaluaciones. “El desafío no es prohibir la IA, sino ser mejores que ella. Analizarla, evaluarla y llevar a cabo aquello que la IA no puede hacer”, concluyó.

El libro, de descarga gratuita para toda América Latina en unesdoc.unesco.org, será presentado por su autora el próximo 19 de septiembre a las 18.30 en la librería del Fondo de Cultura Económica de Argentina (Costa Rica 4568, ciudad de Buenos Aires). La entrada al evento es libre y gratuita.

Fuente: La Nación. Por:Josefina Gil Moreira

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