Un proyecto de electrificación rural brinda energía solar a familias del Impenetrable

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“Con luz mis hijos pueden estudiar”. Un proyecto de electrificación rural brinda energía solar a familias del Impenetrable.

Gracias a que un ingeniero especializado en energías renovables vio el capítulo de Hambre de Futuro de Chaco, se comunicó con la organización social Monte Adentro y se articularon para que hoy ya siete hogares tengan luz, puedan conectar una heladera o un ventilador; el año que viene quieren llegar a 40.

“Para la luz uso un mechero con gasoil. ¿Hace cuántos años que vivimos así?”, se preguntaba Olga Silvero – todos le dicen Tila – cuando la conocimos en 2018 en el Paraje La Peligrosa, en el Impenetrable chaqueño. Su sueño, algún día, era poder tener un servicio de luz y agua potable en su casa.

Tenía 11 hijos, y vivía con 9 de ellos y su marido en una casita de adobe, con techo de chapa a la que le faltaba de todo. “Estoy sola contra el mundo. Vine acá cuando tenía 18 años y nunca tuvimos luz. Es peligroso por las víboras, en esta época que llueve y cerca del yuyal hay que tener cuidado”, agregaba esta mujer que luchaba por sacar adelante a cada uno de sus hijos. Enrique, con 5 años, nos deslumbraba con sus piruetas y tenía los pies negros como el petróleo.

Llegamos a ella gracias a la asociación civil Monte Adentro: Tila participaba del taller de costura y sus hijos del apoyo escolar. Como no había jardín de infantes en la zona, los chicos arrancaban directamente en la primaria. “Tila debería ser directora técnica de un equipo de fútbol. A cada uno lo tiene haciendo algo”, decía Juano Chalbaud, director general de Monte Adentro, sobre esta mujer incansable.

La Peligrosa era un paraje en el que la mayoría de las familias no tenían luz y mucho menos agua potable. Algunas la acarreaban desde la escuela y otros desde un pozo comunitario.

El calor era insoportable y casi no tenían agua para tomar. Por la mañana Tila ya había caminado media hora con los bidones de 20 litros para buscar agua en un charco. “Somos cuatro familias que sacamos del mismo lugar. También lavamos la ropa ahí. No tenemos baño, vamos al monte. Hay que tener la linterna para poder ir a la noche. El problema en esta época es el calor. Vienen los mosquitos y el polvorín. Es insoportable no tener luz agua ni luz. Si tuviéramos luz podríamos prender un ventilador”, se quejaba Tila.

Llevar energía solar al monte

En 2020, durante la pandemia, Guillermo Catuogno escuchó su testimonio en el programa Hambre de Futuro que se emite por LN+ y sintió que podía hacer algo por ella. Es ingeniero especialista en energías renovables del Laboratorio de Tecnologías Apropiadas de la Universidad Nacional de San Luis, desde donde desarrollan tecnología abierta de bajo costo y asequible; construyen los equipos con escuelas secundarias (que en su mayoría son técnicas), y, por último, son esos mismos alumnos los que van a instalarlos.

“Nosotros ya veníamos trabajando en otras zonas rurales del país con energía solar y eólica y después de ver el programa me di cuenta de que el Impenetrable necesitaba mucha más ayuda que otros lugares”, cuenta Catuogno, que enseguida se puso en contacto con Monte Adentro.

La asociación civil lleva adelante un trabajo integral con las comunidades cubriendo distintas áreas como la salud, la educación, el fortalecimiento comunitario y lo laboral, pero no tenía cubierto lo energético. Y ese era un buen punto para complementarse.

“El proyecto de Electrificación Rural es una emoción permanente. Es tener un sueño allá lejano y que de repente alguien te llame y suceda”, recuerda Chalbaud emocionado.

Guillermo Catuogno junto a Tila y su familia

El primer desafío fue conseguir los fondos. Recién en 2021 les aprobaron el primero, que consistía en la construcción de un centro comunitario en el Paraje La Medialuna, en donde instalaron una torre de Wifi, energía eléctica y una cisterna de agua. Los fondos vinieron de la Comité de Actividades Humanitarias del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE) de Estados Unidos.

Para ese entonces, Tila se había mudado con su familia (4 hijos y una nieta) al Paraje La Medialuna y vivía en las mismas condiciones de urgencia. “Justo una semana antes de viajar, Juano nos contó que Tila estaba viviendo sin nada y nos preguntó si no le podíamos instalar la luz. Yo en mi casa tenía paneles, baterías y algunas cosas y con eso le pusimos luz. Era un sistema chiquito pero le alcanzaba para unas lamparitas y cargar el celular”, detalla Catuogno. Después le hicimos la instalación más completa.

A él, visitar el Impenetrable le “revolvió la cabeza”. Ya había visitado parajes rurales, pero acá se encontró con otras necesidades. “Duele ver una realidad tan compleja y tantas ausencias por parte del Estado. Cuando fuimos al Impenetrable nos impactó un montón. Por eso empezamos a concentrar todos nuestros esfuerzos en esa zona”, dice este ingeniero.

Fueron muchos días que Guillermo compartió con Tila y su familia, además de darle la posibilidad de acceder a un derecho básico. “Sus hijos estaban todo el día con nosotros y creamos una relación con ellos. A partir de ahí, ella siempre nos está mandando mensajes desde el celular de su hijo”, dice Catuogno.

Hambre de Futuro volvió a Chaco para visitar a Tila después de 6 años. Otra vez el calor era insoportable y el termómetro marcaba 49 grados, en esta zona afectada por el desmonte, la sequía y el calentamiento global.

“Los estaba esperando”, dice mientras aparece con una sonrisa y sus hijos saltan a darnos abrazos. Fausto (5), Ivana (5 años), Enrique (9), Luisa (12) y Sergio viven en otra casa de adobe y techo de chapa, que su familia levantó con sus propios manos. Siguen sin tener baño, pero al menos ahora tiene luz y el agua más cerca.

Tila es de las pocas mujeres del monte que se anima a hablar a cámara. Lo hace porque quiere visibilizar su realidad y, en este caso, agradecer. “Gracias a ustedes por todo lo que hacen con nosotros. La nota alivió a mucha gente, trajo el salón comunitario acá en La Medialuna y pantallas solares para 6 familias a las que les cambió la vida. A nosotros también”, cuenta Tila.

Ella sigue cobrando la Asignación por 7 hijos y su marido trabaja de jornalero, juntando ramas. Con eso, apenas sobreviven. “Estamos muy complicados porque subieron muy mucho las cosas. No le puedo comprar el calzado a mis hijos o la leche”, confiesa Tila. Al menos ahora Enrique no está descalzo: tiene unas zapatillas heredadas pero con cordones de distinto color.

Un mundo de posibilidades

Ya son seis las familias que cuentan con una instalación eléctrica en su casa y hoy tienen la posibilidad de tener electrodomésticos, conservar sus alimentos, potabilizar el agua, sentirse más seguros, desarrollar un emprendimiento como huerta o tener animales y seguir soñando. O sea, tienen mejores oportunidades.

“Son sistemas de energía solar no solo para dos focos de luz, sino que pueden tener un ventilador, una heladera o un freezer. Hoy ellos el estar en casa lo disfrutan muchísimo más, ayuda un montón a la convivencia. Y también ayuda a poder proyectarse en donde uno vive y no sentir que es tan duro que en algún momento me tendré que ir. Se corta mucho la luz todavía en nuestro Impenetrable profundo y a estas familias no se les corta por los paneles solares”, dice Chalbaud.

Enrique se apura en subir el interruptor para mostrar cómo se prende la lamparita que cuelga de la galería de la casa. Adentro tienen otra lamparita, enchufes y un tablero grande. Todos los meses un joven de la zona que fue capacitado para este proyecto, visita las casas para hacer un servicio técnico y chequear que todo funcione como corresponde. Y eso fomenta el trabajo local.

Para que este sueño fuera posible, se sumaron docentes universitarios, estudiantes de universidades, gente local a la cual fueron capacitando, las familias, instituciones de otras países, personas del lugar, y muchos voluntarios. “Es esa suma de entregas anónimas lo que termina generando una masa crítica que hace realidad esto que hace unos años era una utopía. Cuando hicimos la inauguración cada familia pudo decir algo y sobretodo hablaron del reconocimiento colectivo de “al fin se dieron cuenta qué importantes que somos”, agrega Juano.

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Luz por primera vez

Sobre el día de la instalación, Tila cuenta que fue muy lindo y rápido. Y que fue muy feliz cuando esa noche pudo encender las lamparitas por primera vez. Por ahora, el enchufe lo usan solo para cargar el celular de su hijo Sergio. “Tengo luz pero no me alcanza para comprarme la heladera, el ventilador o el lavarropas. Por ahora, lavo a mano. Mi sueño era poder tener luz y tener una pieza más. Eso último todavía me falta”, dice esta mujer que comparte la única habitación de su casa con su pareja, sus cuatro hijos y su nieta.

Afuera de la casa tienen un tanque de agua que está vacío y se calienta con el sol. “Me lo llena un camión de la municipalidad pero hay que pagarlo. Todos los días voy a buscar agua a la escuela en bidones. Por eso necesitaría una cisterna como ya tienen otras familias”, pide Tila, mientras agarra dos baldes y emprende la caminata de 200 metros a la cisterna del centro comunitario. Si bien no tiene agua instalada en su casa, el recorrido que tiene que hacer ahora es mucho más corto. Mientras tanto, los chicos juegan con una pelota pinchada, su único juguete.

Después de terminar la primera instalación, se animaron a solicitar un segundo financiamiento. Después de 18 meses de reuniones, a finales de 2022 se lo aprobaron y se van a destinar a electrificar 36 hogares más.

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Sembrar la empatía

Lo que más destaca Catuogno, es la cadena de buenas acciones que se generaron a partir de este proyecto. “Da mucha satisfacción poder ayudar a estas familias y también ver a los estudiantes trabajando y comprometidos porque ya tienen sembrada una semillita de empatía en su corazón”, concluye.

Esta es la segunda vez que Tila va a aparecer en la televisión y le gusta. Porque alguien tiene que contar que el gobierno no los ayuda y que las familias están sufriendo. “Para el futuro de mis hijos me gustaría que estudien y me vino muy bien la luz para eso. Los maestros me felicitan porque les va muy bien a los dos. Enrique me lee lecturas largas y multiplica muy bien”, dice esta mamá orgullosa. En ese mismo instante, Enrique sale corriendo a buscar su cuaderno de la escuela para mostrar todo lo que sabe y está aprendiendo.

“La historia de Tila a mí me conmueve mucho porque es de una superación constante. Y te ilusionás por lo que está por venir. Porque ves todo lo que se transformó en esa familia, desde Tila, hasta los más pequeños. Ves comó mejoró su calidad de vida, el entusiasmo que tienen por la vida. Da mucho gusto poder ser testigo de todo esto”, resume Chalbaud.

COMO AYUDAR

Las personas que quieran colaborar con este proyecto pueden:

-comunicarse con Juan Chalbaud al +54 9 11 5410-4608.

-donar directamente en la siguiente cuenta

Asociación Civil Monte Adentro

CUIT 30-71565216-8

Banco Galicia

Alias: MONTE.ADENTRO.CHACO

Micaela Urdinez

Fuente: La Nación

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