La participación es un vehículo para el desarrollo de sentimientos de pertenencia

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La participación es un vehículo para el desarrollo de sentimientos de pertenencia, un factor clave para garantizar un buen ambiente escolar

¿Cómo desarrollar el sentido de pertenencia?

La participación es un vehículo para el desarrollo de sentimientos de pertenencias, el éxito de una buena estrategia de sentido de pertenencia radica en la sensación de acogida y valoración por parte de los estudiantes. Para lograr esto, según la educadora Cristina Barahona, se necesita que la comunicación entre maestros y estudiantes sea asertiva, individualizada y efectiva. Los estudiantes necesitan sentir que son escuchados y que sus sugerencias son tenidas en cuenta.

Esta estrategia también está estrechamente ligada con la autoestima de cada estudiante. Si bien un aula de clase es un equipo, es probable que algunos alumnos se sientan menos especiales que otros.

Es necesario fomentar la buena conducta y las buenas prácticas de manera positiva. Los castigos excesivos y la repetitiva corrección hacen que el sentido de pertenencia desaparezca. Por esta razón, si se desea que los alumnos respeten las normas escolares, cuiden las instalaciones y cumplan con sus deberes, es pertinente instaurar en ellos una conciencia que les permita ver a la institución como un bien y no como una obligación.

El alumno y la escuela no se oponen, más bien se complementan. Guardan entre sí mutua dependencia y está destinado el uno para el otro. La escuela recaba su naturaleza en razón de la presencia del alumno y éste alcanza lo propio en virtud de la escuela. Sin escuela no habría alumnos y sin estos tampoco florecería aquella.

Esta dependencia no es condición forzosa para la fundación de una escuela determinada ni para el desarrollo educativo del niño, el mismo que puede ser estimulado en otros ambientes. Más bien alude a un tipo de relación mutua en la que las acciones de uno producen efectos distintos en el otro. La escuela, en tanto agente, transmite conocimientos y cultura (enseña); el alumno, en tanto sujeto final, las asimila (las aprende).

Ciertamente, se convierte en una tarea de primer orden el cuidado y cultivo de la relación mutua entre la escuela y el alumno, que no se agota en las paredes de un aula. La dimensión social, el ‘estar’ y la participación del estudiante están también implicados en esa relación. Toda persona razona, elabora, enjuicia y actúa sobre la base de los datos que le suministran los sentidos. Por eso, la experiencia sensible, la percepción o apreciación que se tenga de la escuela determinará el curso de la participación de los estudiantes.

Cuando la relación del alumno con la escuela nace de una buena percepción, “la participación es un vehículo para el desarrollo de sentimientos de pertenencia”, por tanto, se torna en un reto atractivo para la escuela el procurar que sus alumnos satisfagan su sentimiento de arraigo o de pertenencia. “Cada ser humano tiene necesidad de tener múltiples raíces. Tiene precisión de recibir casi la totalidad de su vida moral, intelectual, espiritual, por intermedio de los ambientes de los que naturalmente forma parte”

Para la escuela procurar que sus alumnos satisfagan su sentimiento de arraigo o de pertenencia necesitan de maestros con valores y sentido de pertenencia que le permitan desempeñarse con responsabilidad social es por ello que que este maestro debe formarse a la luz del modelo de la universidad cubana.

El modelo de universidad cubana concibe la integración a la sociedad, humanista, científica, tecnológica, innovadora y comprometida “caracterizada por la formación de valores… en aras de lograr un egresado que posea cualidades personales, cultura… que le permitan desempeñarse con responsabilidad social, y que propicie su educación para toda la vida” (Cuba. Ministerio de Educación Superior, 2017, p.1)

Los valores que contribuye a formar el maestro influyen positivamente en las personas y sus relaciones en los contextos donde actúa y se forma. La formación del valor dignidad pedagógica adquiere relevancia en las circunstancias sociopolíticas actuales, ante la disyuntiva entre los que apuestan por el tener y los que escogen el ser por encima de lo material. Este valor sintetiza la esencia de la profesión pedagógica a partir de los beneficios que aporta: desde lo cognitivo asiste nuevos saberes que enriquecen la cultura, desde lo formativo desarrollan positivamente las personalidades como maestros y desde lo comportamental incide en la proyección del deber ser como maestros, por lo que trasciende todos los aspectos de la vida social.

La formación del valor dignidad pedagógica en estudiantes de carreras pedagógicas se concibe desde la perspectiva de su dimensión identitaria; multiplicidad de identidades que alcanzan una significatividad social positiva para agentes formadores y estudiantes. La formación del valor dignidad pedagógica en su dimensión identitaria, es el proceso histórico-cultural y socio-psicopedagógico que se desarrolla en estudiantes a través del tránsito por las fases de identificación y concientización identitarias, en la significación social positiva de la autenticidad pedagógica y rol profesional

La teoría de la formación del valor dignidad pedagógica en su dimensión identitaria surge del análisis teórico de la formación del valor dignidad pedagógica en su dimensión identitaria desde su totalidad hasta las partes y viceversa; que permite ascender a su esencia como valor.

El orgullo pedagógico es un sentimiento que se nutre de la experiencia emocional positiva, el placer y bienestar profesional, que los estudiantes poseen entre sus compañeros. Se relaciona con el sentido de pertenencia, la responsabilidad profesional individual y colectiva, la cooperación, el esfuerzo para asumir los desafíos, el amor, la voluntad, el espíritu de sacrificio y el compromiso educativo que le da sentido al proyecto de vida profesional.

El orgullo pedagógico lleva implícito el sentido del deber y la satisfacción. El sentido del deber es la exigencia social convertida en tarea personal en el rol profesional pedagógico; al comprender la misión social de cumplir responsablemente las funciones y tareas profesionales, que fortalecen la identidad profesional pedagógica como sostén de la dimensión identitaria.

La satisfacción profesional se manifiesta en la significación positiva que adquiere la labor profesional como un bien superior que enriquece el proyecto de vida profesional; al transitar desde los planos colectivos de la personalidad hasta el plano interno, sus efectos satisfacen y transforman a los estudiantes.

Para concluir se destaca la importancia del conocimiento de la dimensión identitaria del valor dignidad pedagógica como una perspectiva de análisis a tener en cuenta en la formación de los estudiantes de carreras pedagógicas, lo que permite asumir significativamente el contenido del rol profesional desde una posición personal auténtica, que varía según los niveles de formación que van alcanzando los estudiantes en la acumulación de conocimientos teóricos e instrumentales, vivencias y experiencias en la formación profesional inicial.

Como seres sociales que somos, está claro que sentirnos parte de un conjunto o de un colectivo social nos ayuda a subir nuestra autoestima , a sentirnos reconocidos. El sentido de pertenencia se puede hacer presente de muchas maneras diversas: uno puede sentirse parte de una nación, de una religión, de una convicción o creencia política o simplemente ser admirador en conjunto con otras personas de determinados estilos y grupos.

Lo que es más fiable es que el sentido de pertenencia, cuando lo tenemos, nos hace sentirnos más seguros en este mundo plagado de inseguridades.

VILMA BRITO LOSADA

Vilma Brito Losada

Nacida en Cienfuegos, Las Villas, Cuba. Máster en Educación, Licenciada en Educación en la Especialidad de Defectología, especialización en Oligofrenopedagogía. Actualmente se desempeña como Pedagoga del Centro de Diagnóstico y Orientación de Cruces, provincia de Cienfuegos.  

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