Ampliar la agenda
La educación y la comunicación son inseparables y la pandemia dejó en evidencia más intersecciones entre ambos campos. Pero surgieron demandas y enseñanzas que obligan a repensar también cómo readecuar la producción e incorporación de conocimientos en el nuevo escenario.
Por Washington Uranga
La pandemia realzó la importancia de la comunicación en los procesos educativos. Sin embargo, en muchos casos, esa mirada ha quedado circunscrita apenas a la importancia de los soportes tecnológicos y la conectividad para garantizar la educación que obligadamente se brindó y se seguirá ofreciendo –al menos en parte- a distancia. Más allá de esa consideración, es necesario tener en cuenta que –sobre todo en la sociedad contemporánea- educación y comunicación son dos ámbitos y actividades inseparables. En principio porque la acción de educar es insoslayable de la comunicación entendida, en primer lugar, como construcción de sentidos colectivos en cualquier comunidad y, en segundo término, porque requiere desde siempre de soportes comunicacionales, sean éstos libros o multiplicidad de pantallas.
Todo hecho educativo demanda mediaciones comunicativas y no hay situación comunicativa que, de alguna manera, no tenga incidencia educativa.
